domingo, 11 de mayo de 2014

Confesiones de una Trabajadora

Este post va sobre el día del trabajador y para no saltarnos la norma viene con retraso, evidentemente.

Ese día que mucha gente ve lejano en sus rutinas diarias, ya somos pocos los que los celebramos (tan sólo un 74% de la población activa) y que además, lo hacemos mal: celebramos que trabajamos no trabajando! Es una forma curiosa, sería como celebrar el día mundial de la paz con misiles y tanques de guerra, o celebrar el día de la obesidad infantil regalando comida de McDonald’s…o incluso celebrar el día de la madre (reciente en fechas) apartándonos de ellas. 

Creo que esta es una de las razones por la que se ha ido perdiendo la responsabilidad que se adopta trabajando, y esto (muy divergentemente hablando) ha llevado a que se esté perdiendo la consciencia del trabajo, de lo importante que es para nuestras vidas, para las relaciones sociales, para poder estar cansados cuando nos vamos a dormir…y por supuesto para disfrutar del día del trabajador, de ese bendito viernes en medio de la semana.

Yo siempre he sido diferente, no digo rara ni extraña, sino diferente. Este día debería celebrarse diferente, deberíamos de trabajar más y mejor, de poder sentirnos orgullosos de nuestra responsabilidad y de dar ejemplo. Y…como yo soy diferente, tengo trabajo.

A continuación os explicaré mi viaje por el mundo laboral con final feliz. Soy bióloga, de hecho microbióloga, y si hilamos más fino especializada en virus. A priori no es un perfil muy solicitado (ya os digo que posteriormente tampoco lo es, aunque siempre suena bien), pero creo que la demanda radica en crear la necesidad.

La gente piensa que encontrar trabajo depende de la experiencia, de los estudios o de los “enchufes” y entonces se desaniman dedican cada vez menos tiempo a la búsqueda, lo que se traduce en más tiempo sin trabajo. Os hago un resumen de mi CV: he trabajado SIEMPRE
Curioso, ¿a que si? No siempre he trabajado en cosas que tenían que ver con background (si consideramos trabajo como tarea remunerada), he estado en una papelería, profe de inglés y, dónde tengo más experiencia, en tiendas de ropa varias, seis años (toda mi carrera de estudiante). Cómo buena científica en una fase inmadura de su carrera, todo esto lo compaginaba con prácticas gratuitas, pero siempre bien aprovechadas, en centros de investigación.

Acabé la carrera, cursé 13 asignaturas el último año para poder ser licenciada (y no graduada) y decidí hacer un máster (no sabía si podría trabajar de ello, pero el tema era profundamente interesante), me desplacé de cuidad. 
Nada fue fácil, tuve que compaginar las clases con un trabajo de 40 horas semanales. Todo el mundo me decía que no podría, que eran muchas horas, e incluso alguien llegó a sugerirme que así no aprobaría el máster.

¡Pero pude! 

Y además conseguía visitar Madrid los domingos. Casi al acabar el curso me denegaron la beca (beca general del ministerio) que había solicitado y tenía que pagar 4000 euros en dos meses. 

Lo primero que escuché fue que lo dejara, que renunciara a tener el título y me volviera a casa, pero no me pareció la mejor idea, ¡así que me quedé! Conseguí un trabajo mejor y pagué el máster
Cuando todo acabó, decidí que era hora de ponerme a buscar mi primer trabajo como bióloga (suspiros). Tardé cuatro meses en descubrir realmente cuales eran mis posibilidades, en saber a qué empresas dirigirme y para que puestos, en aprender que podía aportar mi persona (y así crear necesidad) y por el camino fui haciendo contactos. 

Los seis meses restantes los dediqué a una búsqueda (súper) activa: casi 6 portales, donde dejaba más de 10 diarios CV y más de 7 entrevistas en las que me dijeron: NO. Una me dijo SI, y aquí estoy, trabajando en uso de los centros más prestigiosos de investigación a nivel estatal, aprendiendo cada día y con nuevos restos. No estoy en un laboratorio con una bata blanca y botas de montaña, pero trabajo como bióloga, aplico cada día lo que llevo años estudiando, y sobre todo, soy feliz.

Para encontrar trabajo, se necesita lo mismo que para la vida: ACTITUD. Esa palabra marca nuestro camino, y nos hace mirar adelante. La selección natural ya hará el resto.

martes, 6 de mayo de 2014

No Hagan Sonar las Alarmas... Aún

¿Que tal queridos lectores? 

Últimamente estamos siendo algo erráticos en la publicación de las entradas y por ello debo disculparme. Vamos a ver si esta semana, con los puentes y las fiestas ya terminados, volvemos a nuestro adorable paso de dos entradas "per week". No os prometo nada, pero lo vamos a intentar. 

Opá...
Siendo como somos, que vamos saltando de tema en tema como una abeja salta de flor en flor (una abeja de 100 kilos con un feo traje a rayas, en este caso) el otro día me di cuenta de que no hemos hablado, de verdad, de una cosa. 

Me di cuenta porque saltó en las noticias mundiales el caso de un nuevo orthopoxvirus que ha infectado a dos ganaderos en la República de Georgia. Los señores están totalmente recuperados, según el comunicado del CDC, y no ha pasado absolutamente nada. 

¿Y porqué, queridos lectores, tiene importancia que dos señores georgianos, cuya definición de tecnología punta sea ponerle asa al cubo de recoger la leche de las vacas, hayan tenido una infección leve de un virus?

Es una respuesta fácil: Es un orthopoxvirus, cuyo miembro más conocido es... (redoble de tambores, los focos apuntan al centro del telón) ... la Viruela

Nuestra amiga del alma, la Viruela
Es curioso que después de todo este tiempo no se le haya perdido el miedo a esta enfermedad. Estando erradicada como está, y habiendo tenido grandes epidemias como la del HIV, enfermedades crónicas como las hepatitis, enfermedades víricas emergentes como el MERS-CoV o puntuales como el Ébola, después de todo esto, alguien diga "viruela" y corra todo el mundo como pollos sin cabeza

Pero hoy no voy a hablar de las razones por las que tenemos que tener miedo a la Viruela, que más o menos las mencioné en otra entrada. Hoy os deleitaré con la estructura y características básicas de los orthopoxvirus. 
Como he mencionado antes, me parece extremadamente curioso que hayamos hablado de Ectromelia (El Mal que Hacen los Hombres) de la erradicación de la Viruela (Niños, No Intentéis Esto en Casa) y en ninguna de las dos hayamos comentado la estructura de los Poxvirus. 

Así que vamos a poner remedio a este despiste. 

Los Orthopoxvirus pertenecen a la familia Poxviridae, y tiene como miembro famoso a la Viruela, pero también otros como cowpox, vaccinia, ectromelia o monkeypox. No es precisamente la Tribu de los Brady, si no que más bien sería una macabra versión de la Casa Lannister

Estos virus presentan varias partículas definidas, entre las cuales destacamos el virión maduro intracelular (IMV), que se cree que es responsable de la infección entre huéspedes, y el virión envuelto extracelular (EEV) que según su tipo se encargará de la infección célula a célula dentro del cuerpo en cortas o largas distancias. 

Los viriones, comparados
En cuanto a su estructura, tanto el IMV como el EEV están formados por una membrana que envuelve los dos cuerpos laterales y la pared del núcleo, que a su vez protegerá la nucleocápside y el material genético, que en este caso será DNA de doble cadena. Lo que diferencia a ambos viriones es la presencia de una capa más exterior que otorga protección contra el sistema inmune al EEV.
Este virus tiene un genoma tan grande y complejo que le permitirá replicarse fuera del núcleo celular, siendo de los poco virus conocidos que puede hacerlo. 

El siguiente paso en esta entrada sería empezar a hablar de como el virus interacciona con la célula y entra en ella, infectándola. Pero eso es harina de otro costal, y daría para una entrada verdaderamente larga y compleja. Quizás para otro día. 

Así que por hoy cerramos, queridos lectores, y espero que nos veamos el viernes por aquí. Sin más dilación, hasta la próxima.